Aves del cielo, canoras,
tomad mis lágrimas hecha lluvia;
guiad mis palabras dolientes
a lo alto del monte
donde viven los héroes.
El frío de mi mejilla húmeda,
mi mano temblorosa,
dejan marcado en este humilde nicho
el epitafio al más noble guerrero.
Que la tierra te sea leve,
mi querido compañero.
En esta tu última batalla infame,
por fin descansarás en el sueño eterno.
Aurora no será la misma
cuando el astro vespertino
no despunte tras tu canto.
Ya Eolo buscará otras plumas
y tu descuido será perdonado.
Ya le dediqué hace unos meses otra entrada a mi compañero Tigre, esta vez se la dedico como epitafio pues, en esta batalla, no ha salido vencedor y nos ha dejado el sábado 30 de noviembre de 2013.
Tras 19 meses, en este último embiste, Tigre ha caído víctima de una coccidiosis fulminate y virulenta.
Fue bueno, muy bueno, hasta en su último aliento, tuvo bondad y apoyando sobre su ala su bella cabeza, cerró los ojos y nos dejó silencioso, mostrando su belleza natural y su nobleza.
Habrá muchos gallos, pero él será único en mi corazón.
Hasta siempre, Tigre.